Hace ya 14 años, cuando entré en mi primera clase de la ESO, surgió en mí una pregunta que dudo que ningún docente que no sea LGTB se haya planteado en ese mismo momento:
¿Les diré o no mi orientación real si ese tema surge en el aula?
Y esto es lo que sucedió 🏳️🌈 — Nando López (@Nando_J) 10 de març de 2019
Sucedió que la pregunta, por supuesto, no tardó ni una semana en aparecer. Quienes damos clase sabemos lo rápido que toman confianza y comienzan a sacarnos datos de nuestra vida persona:
— Nando López (@Nando_J) 10 de març de 2019
"Profe, ¿estás casado?"
"Profe, ¿tienes hijos?"
"Profe, ¿dónde dabas clase antes?"
Así que no la esquivé, respondí a su "Profe, ¿tienes novia" con un sencillo "Tengo novio" y, desde el primer momento, me mostré con naturalidad. Pasé 10 (estupendos) años en ese centro, un instituto donde jamás tuve un solo problema con mi alumnado por el hecho de ser visible.
— Nando López (@Nando_J) 10 de març de 2019
Sí que hubo algún roce con algún compañero (apenas 2 o 3) e incluso con algún padre (los menos). Como el que, de modo anónimo, se quejó de que hiciese "proselitismo gay" (literal) en mis clases de literatura. Para demostrarlo, adjuntó una fotocopia que habíamos leído en Bach.
— Nando López (@Nando_J) 10 de març de 2019
Porque gracias a esa visibilidad elegida, fueron muchas y muchos los alumnos que vinieron a hablar conmigo y buscaban mi confianza para contarme lo que estaban viviendo, e incluso los padres que me citaban para intentar ayudar a sus hijos e hijas a sentirse libres. A aceptarse.
— Nando López (@Nando_J) 10 de març de 2019
De todo eso escribí en mi novela #LaEdadDeLaIra, pues creía entonces -y sigo creyendo- que es esencial la visibilidad del profesorado LGTB en nuestras aulas. Por suerte, cada vez hay más docentes visibles y estoy seguro de que es un camino imprescindible hacia la igualdad real.
— Nando López (@Nando_J) 10 de març de 2019